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RubenAS: El Origen. Parte I

  • Rubén 

Hace tiempo que no suelto ninguna parrafada sin venir a cuento y creo que, ya que está acabando el año, habrá que escribir alguna cosa.

Se acaban de cumplir tres años desde que estrenamos esta web que comenzó con fines formativos y, al mismo tiempo, con la idea de poner un poco de orden en mis entrenamientos y carreras. Ha pasado por mejores y peores momentos, alguna vez he pensado en dejar de actualizarla, pero creo que un blog personal es algo que todo atleta popular que se precie ha pensado en tener alguna vez.

No hace mucho que un artículo en el blog de Ángel, me hizo rememorar lo que han significado estos años de entrenamientos y carreras y me gustaría compartirlo con vosotros.

Todo comenzó una tarde de mayo del 2009, la báscula marcó 89 Kg esa mañana y yo decidí que ya era suficiente. Rebusqué por casa entre los cajones y encontré unos pantalones cortos desgastados y una vieja camiseta de algodón. No tenía zapatillas específicas ni sabía que existían así que me puse las primeras que encontré y me lancé al asfalto.

El ritmo era impresionante, de hecho, creo que andando iría más deprisa. Me di cuenta de que 700 metros son largos de carajo y que, aunque había practicado deporte en otras ocasiones, esto me iba a costar más de lo esperado.

Pero no me rendí y a pesar de volver destrozado a casa tras 20′ de carrera alternando tramos andando, al día siguiente volví a intentarlo. Y al otro también, y al otro… Y a los 15 días me dolían partes de mi cuerpo que no se han nombrado aún en los libros de anatomía.

Hice lo que hacemos todos, me senté delante del ordenador y le pregunté al Dr. Google qué me estaba pasando: Cintilla iliotibial, pata de ganso, periostitis, condromalacia… Creo que todavía me diagnostiqué alguna cosa más aquella tarde.

No todo fue perder el tiempo. Ese mismo día descubrí que existían zapatillas fabricadas específicamente para correr y que ser pronador no era ni una profesión ni un insulto. Y yo, que soy muy cabezón, me fui a una tienda de deportes y dije que quería unas zapatillas de esas que costaban cien euros y te alejaban de todo mal.

Con mis zapas nuevas y un agujero en el bolsillo volví a la carga, pero aquello no mejoraba. Era capaz de correr durante 40′ seguidos pero me seguía doliendo todo el cuerpo… De nuevo el Dr. Google me recibió en su consulta y me recomendó estirar después de cada entrenamiento. – Estirar? Yo no he estirado en mi vida! – Respondí. Pero es que estar cerca de los 30 no es lo mismo que tener 15, majete… Y ahora sí, por fin pude salir a trotar sin morirme a cada paso.

Mi ritmo mejoraba, no mucho, pero mejoraba y la báscula me iba haciendo cumplidos cada mañana. Corría 8km cuatro veces por semana y al mismo que bajaba de peso, también bajaba el tiempo que tardaba en mi recorrido. Bueno, hay que reconocer que los ataques aleatorios de algunos cánidos de considerable tamaño también ayudaban a correr más rápido…

En junio descubrí el Decathlon, todo runner que se precie no puede salir a correr con camiseta de algodón y pantalón de chándal: Mallas y camisetas técnicas de las más baratillas que, en aquel momento, me parecían de la mejor calidad, fueron añadiéndose a mi fondo de armario.

En julio llegó mi primera popular, qué tiempos aquellos! Hasta creo que 15′ antes de la salida estaba sentado tomando una caña y fumando un pitillo… Mi único miedo era quedar el último delante de toda aquella gente y viendo el percal, no parecía muy descabellado. Camisetas de clubes, piernas depiladas, gente hablando de marcas y ritmos en min/km, de ir a carreras fuera de la ciudad (habrase visto!, conducir una hora para correr media…).

Sonó el disparo y en la primera curva ya iba en la cola. Sin embargo, poco a poco fui ganando posiciones y conseguí llegar a la meta en mitad del pelotón, sin dar demasiado el cante entre todos aquellos atletas que parecía que se ganaban la vida corriendo.

Ya estaba perdido, desde aquel momento aquellos extraños seres con pantalón ultracorto y camiseta de tirantes dejaron de ser desconocidos para convertirse en personas como yo: con nombre, familia, trabajo, obligaciones y unas ganas absurdas de correr como locos en carreras que no ganarían jamás.

Continuará…

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