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La aventura de ser padres

  • Rubén 

Tener un hijo siempre ha sido un reto, eso no es nuevo. Solo que antes de tenerlo no lo sabes, o sí lo sabes pero no te imaginas hasta qué punto.

Cuando pasas tu primera noche sin dormir y te das cuenta de que ha venido para quedarse se te cae el mundo encima. Si al día ya le faltaban horas, prepárate a saber lo que es bueno: las cosas nunca volverán a ser como las conocías.

Los bebés que solo comen y duermen no existen y si existen son como los reyes magos, se los han inventado sus padres. A todos, absolutamente a todos, les pasa algo que te hará vivir preocupado el resto de tus días: Comerá poco o comerá mucho y si come lo que debe, será la fruta, la carne o el pescado lo que no le guste y te tocará pelearte para que los pruebe.

Dormirá poco, los bebés nunca duermen suficiente. Cuando des tu primer biberón en mitad de la noche y te des cuenta de que entre prepararlo, darle de comer, cambiarle el  pañal y eructar has tardado –con suerte- una hora y media y que habrá que esperar media hora más –también con suerte- a que el peque se duerma, comprenderás que el espaciado de 4 horas entre comidas es demasiado poco.

Cuando llegue el frío le subirá la fiebre a 40 o más y te pondrás histérico porque pensarás que eso solo pasa horas antes de morir. Los catarros le durarán tres semanas y, cuando tenga tos, se despertará por las noches llorando desconsolado. Cuando se le cure el primer catarro del invierno, a los 3 días, se contagiará del segundo y así hasta la primavera donde empezarán los típicos sarpullidos que nadie sabe a qué se deben. Rogarás al pediatra para que le recete antibióticos y el día que lo haga te arrepentirás de haberlo rogado porque no le van a sentar bien, a ninguno le sientan bien.

Todo el mundo te ofrecerá sus infalibles remedios caseros para cualquier cosa: gases, cólicos, tos, sueño ligero, reflujo… Pero no pierdas el tiempo, ninguno funciona. Lo vas a intentar igual, no sé para qué digo nada pero avisado quedas.

Poco a poco pasará el tiempo y acabará por dormir toda la noche y hacer 4 comidas, todos lo hacemos, tu hijo no es distinto al resto de la raza humana así que si crees que no va a suceder, no sufras, sucederá.

Sin embargo aquí no se acabarán tus complicaciones. Caminará y estarás todo el día pendiente de que no se parta la crisma contra cualquier esquina de los muebles de casa. Ir al parque será una odisea, tendrás que pelearte con tu hijo para que pegue a otros niños, con otros niños para que no peguen a tu hijo y con los padres de otros niños para que no te peguen a ti. Todo eso mientras vigilas que el peque no se mate bajando del tobogán al tiempo que se termina la merienda.

El cole llegará tarde o temprano y con él las competiciones de “¿Qué niño sabe más?” Te darás cuenta de que hay niños que con tres años saben contar hasta 1000, se han leído el quijote y hasta alguno habrá demostrado la hipótesis de Riemman en varios idiomas. Y tú creerás que el tuyo es “demasiado normal” porque tiene más ganas de subirse a la bici que de explorar la literatura clásica española. No sufras, esos son los niños que solo comían y dormían hace unos años… Todo mentira.

Pase lo que pase y sea como sea tu pequeño, siempre habrá niños más traviesos, más pausados, más comilones, peor comedores y que duermen más y menos que el tuyo. Incluso puede que haya alguno que cumpla todas estas cosas a la vez, según el día que tengan sus padres.

Tus amigos, todavía sin hijos, seguirán llamándote para salir a cenar o para tomar unas cañas a las ocho de la tarde… ¿Las ocho? Sí, ya sé que ahora te parece lo más normal del mundo pero dentro de nada se convertirá en “la hora del baño” y eso es sagrado. No te preocupes, no importa cuántas veces lo digas, la gente que no tiene hijos nunca entenderá que la “hora del baño” sucede todos los días. Los fines de semana también. A la hora del baño se unirán en breve, la hora del cuento y la hora de “papi, me he hecho pis en la cama”.

Te volverás un aburrido de esos que parece que solo saben hablar de sus hijos, no digas que no porque va a pasar. Y buscarás a otros pringaos como tú, que también tienen hijos, para ahogar tus penas en un zumo de piña -que será lo más fuerte que te tomes en los próximos cinco años- mientras intentas que tu pequeño no tire todos los vasos que hay sobre la mesa.

Cuando llegues a un restaurante y vayas a meter el primer bocado en la boca, tu hijo querrá hacer pis, o peor, caca y será de esos días en los que tarde un cuarto de hora en acabar. Tu pequeño siempre querrá ir al baño cuando peor se te ponga: Que llegas tarde a la comida con tus suegros… Caca, que has quedado con un grupo de colegas para que conozcan a tu pequeñín… Pis, que tienes cita con el médico… Vomito en el coche. Y así.

Y es que estos pequeños engendros del mal tienen un reloj biológico para destrozar todos tus planes. Para eso y para despertarse temprano cuando no tienes que ir a trabajar, esto último tampoco falla.

Te dejarán mal a la primera oportunidad que tengan. Lo cuentan todo y aunque parezca que no están escuchando, siempre lo hacen. Como se te ocurra comentar que tu suegra ha cogido unos quilos, cuídate de que no te oigan y ten cuidado también de tirarte un pedo en público porque lo van a proclamar a los cuatro vientos.

Sin embargo, no todo es malo. ¿Qué digo? Nada es malo. Los vas a querer, y mucho. Más de lo que te imaginas. Y cuando creas que ya los quieres, verás que al día siguiente los quieres más todavía.

Una sonrisa bastará para que les perdones una semana sin pegar ojo y unos ojitos tristes te harán mudar sábanas meadas a las tres de la mañana sin rechistar, por un abrazo cariñoso serías capaz de viajar a la luna para traerles un puñado de arena.

Se van a convertir en lo más bonito que te ha pasado en la vida. Porque serán tuyos y lo sabrán, y se van a encargar de hacer que te sientas especial cada día que pases a su lado. Saben cómo hacerlo, están entrenados.

Te vas a sentir orgulloso de ellos, aunque no sepan contar hasta mil ni se hayan leído el Quijote. Y se lo vas a perdonar todo, absolutamente todo porque hagan lo que hagan, siempre serán tus pequeños.

2 comentarios en «La aventura de ser padres»

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